Los medios de comunicación nos dicen que el mundo es cada vez más violento, y cada vez que ocurre algo truculento les encanta dedicarle atención y darle una enorme trascendencia, puesto que su prioridad, más que dar una información veraz, suele ser seguir intereses comerciales, y por lo tanto dejar de lado las historias que no tienen morbo frente a un buen titular sangriento que asegure grandes ventas. Sin embargo, a mí al menos me resulta más creíble la tesis que de forma muy documentada expone en este ensayo el historiador francés Robert Muchembled: la violencia en Europa no ha dejado de disminuir desde finales de la edad Media hasta en las últimas décadas, en las que ha protagonizado un leve repunte. Y la mayor parte de dicha violencia se produce en zonas rurales; las ciudades, pese a toda la literatura que nos ha convencido de lo contrario, se definen precisamente por el civismo y la contención de sus habitantes, cuyo resultado es una muy baja tasa de delitos violentos, la mayor parte de ellos sin consecuencias trágicas. Eso sí, la disminución de la violencia en la vía pública lleva consigo una triste consecuencia, el aumento de las agresiones en el hogar, lo que hoy conocemos como violencia de género y maltrato infantil.
El libro pone énfasis en el marcado carácter masculino y juvenil de la violencia; la mayor parte de detenidos y condenados son hombres menores de 30 años, un dato constante a lo largo de los siglos. El aspecto más atrevido es que el autor propone que los jóvenes utilizan sus rituales violentos para liberar la tensión que les producen las generaciones anteriores, que están en posesión de la mayor parte de bienes y riquezas, limitando o impidiendo el acceso a las mismas por parte de sus hijos o nietos. Para asegurarse la sumisión de los jóvenes, el sistema judicial les aprieta las tuercas especialmente a ellos mientras la prensa y la literatura exageran la peligrosidad de las infracciones juveniles justificando la mano dura con ellos y reclamando más.
Las actuales circunstancias, y esto ya es un añadido mío, parecen darle la razón al libro: mientras las generaciones maduras de la actualidad disfrutan o han disfrutado hasta hace muy poco de acceso a la vivienda, generosas jubilaciones anticipadas, prestaciones sociales aceptables y contratos laborales en condiciones dignas, ofrecen a la juventud un futuro de explotación laboral y exclusión social, poniendo la venda antes que la herida y demonizando y criminalizando cualquier tipo de protesta, real o hipotética, por su parte. A pesar de la represión cada vez mayor, es probable que en estas circunstancias el repunte de la violencia juvenil en las últimas décadas que comenta el autor vaya a más en los próximos tiempos y sirva como cortina de humo para desviar la atención de los delitos de cuello blanco, en realidad mucho más perjudiciales y dañinos, y sin embargo mucho menos temidos por la mayoría de la población.
El libro pone énfasis en el marcado carácter masculino y juvenil de la violencia; la mayor parte de detenidos y condenados son hombres menores de 30 años, un dato constante a lo largo de los siglos. El aspecto más atrevido es que el autor propone que los jóvenes utilizan sus rituales violentos para liberar la tensión que les producen las generaciones anteriores, que están en posesión de la mayor parte de bienes y riquezas, limitando o impidiendo el acceso a las mismas por parte de sus hijos o nietos. Para asegurarse la sumisión de los jóvenes, el sistema judicial les aprieta las tuercas especialmente a ellos mientras la prensa y la literatura exageran la peligrosidad de las infracciones juveniles justificando la mano dura con ellos y reclamando más.
Las actuales circunstancias, y esto ya es un añadido mío, parecen darle la razón al libro: mientras las generaciones maduras de la actualidad disfrutan o han disfrutado hasta hace muy poco de acceso a la vivienda, generosas jubilaciones anticipadas, prestaciones sociales aceptables y contratos laborales en condiciones dignas, ofrecen a la juventud un futuro de explotación laboral y exclusión social, poniendo la venda antes que la herida y demonizando y criminalizando cualquier tipo de protesta, real o hipotética, por su parte. A pesar de la represión cada vez mayor, es probable que en estas circunstancias el repunte de la violencia juvenil en las últimas décadas que comenta el autor vaya a más en los próximos tiempos y sirva como cortina de humo para desviar la atención de los delitos de cuello blanco, en realidad mucho más perjudiciales y dañinos, y sin embargo mucho menos temidos por la mayoría de la población.
Más información:
http://zonaliteratura.com/index.php/2010/12/06/a-proposito-de-una-historia-de-la-violencia-de-robert-muchembled/
http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/28750/Historia_de_la_violencia
No hay comentarios:
Publicar un comentario