Una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad (Joseph Goebbels)

martes, 28 de abril de 2015

Economix de Michael Goodwin



¿Quién dijo que el comic no es el formato adecuado para el ensayo? Michael Goodwin explica de manera didáctica la historia de la economía en viñetas por las que desfilan Adam Smith, Malthus o Keynes y se narran las diferentes etapas en la evolución del capitalismo desde su invención hasta la fecha. O tal vez se trate más bien de la historia de Occidente (muy centrada, eso sí, en Estados Unidos) contada a través de vaivenes financieros, las crisis, periodos de bonanza, inflaciones, devaluaciones y demás. O tal vez Economix es un libro de texto ilustrado para estudiantes de economía o para público en general interesado en el tema. 

Aparte de lo inclasificable que resulta, otro punto que distingue a esta obra de un tratado de economía al uso es que no es académica, neutra ni ecuánime; es una tesis en contra de la inmoralidad del neoliberalismo, su incapacidad sobradamente demostrada de crear riqueza y una denuncia de sus falacias al declararse heredero de principios y teorías a las que en realidad no respeta, además de una llamada a los lectores a movilizarse de forma activa a favor de un ordenamiento económico más justo y sostenible.

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sábado, 18 de abril de 2015

Apodos de los reyes de España de José María Solé


El sociólogo y colaborador de varias publicaciones José María Solé propone un recorrido por toda la historia de España a través de los apodos de sus monarcas, desde los remotos reyes de Asturias, Navarra o Cataluña hasta Alfonso XIII. Explicar el origen de cada apodo supone contar cuál era la situación del reino en ese momento, y así se forma una visión de la evolución a lo largo de trece siglos de historia de los diferentes territorios peninsulares que acaban juntándose en los reinos de Castilla y Aragón y por último estos en el de España. Evidentemente la etapa medieval es confusa y la larga lista de monarcas produce un cierto empacho; lo compensa el esfuerzo del autor por intentar discernir cuánto hay de leyenda y cuánto de hechos contrastados en la historia de los Católicos, el Velloso, el Santo, el Cruel, el Deseado, la Loca, el Impotente, el Hechizado y un largo etcétera. Ni que decir tiene que el espacio concedido a cada uno de ellos es breve y quien desee profundizar en alguno tendrá que continuar con obras que le estén dedicadas específicamente, pero precisamente el abarcar en un solo ensayo tantos períodos y reinos y conseguir transmitir lo esencial del reinado de cada monarca es el principal punto fuerte del libro.

Solé está especializado en la monarquía española con otras obras como Los pícaros borbones o Los reyes infieles. No obstante, lejos del cortesanismo habitual entre el gremio periodístico en nuestro país, este libro, dentro de las escasas páginas que dedica a cada uno de ellos, ya trasluce una mirada muy crítica hacia toda la dinastía borbónica, de la que solo salva el efímero reinado de Alfonso XII.

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jueves, 2 de abril de 2015

Las mujeres y el cine de Ann Kaplan



Para quien le interese la cuestión de los roles de género en el cine, este ensayo de Ann Kaplan podría ser una de las lecturas de cabecera tanto para introducirse en el tema como para profundizar en él. Está dividido en dos partes; en la primera se estudian a través de una serie de títulos emblemáticos de la época clásica de Hollywood los principales estereotipos mediante los que el cine crea, y en cierto sentido impone a la sociedad o al menos colabora junto a otros medios en su imposición, un determinado concepto de lo femenino: la heroína víctima y pasiva, el fetiche erótico y la femme fatale que representa una amenaza que debe ser dominada por el patriarcado suelen ser los principales moldes que sirven para la construcción de los personajes femeninos en el cine comercial.

Mientras esta primera parte constituiría una especie de "así no", arquetipos que, más que la mujer real, representarían las fantasías, preferencias o pesadillas masculinas, en la segunda tendríamos el "así sí", mujeres detrás de la cámara, normalmente en el cine de autor o fuera de los circuitos comerciales, que intentan plantear otro tipo de discursos y plasmar las inquietudes reales de unos personajes femeninos que son sujetos de la acción en lugar de ser mostradas como "el otro" para el punto de vista de un espectador masculino. 

Resulta interesante profundizar en una obra cinematográfica y escarbar en la forma de ver el mundo, y en este caso de modelar un discurso sobre lo que son o lo que deben ser los hombres o las mujeres, que existe como subtexto en ella, dejando de lado los tópicos superficiales de "sólo se trata de películas" o el simplismo inocentón de pensar que un film es solo evasión y no también un vehículo transmisor de una ideología. No obstante, conviene igualmente no olvidar que la tesis expuesta por la autora, como cualquier otra que pueda desarrollar cualquier otro estudioso, va a estar basada siempre en una generalización, y por lo tanto una simplificación, que deja de lado matices y excepciones a la norma que en ocasiones pueden ser muy importantes: no todos los papeles femeninos, ni siquiera en el cine clásico y mucho menos en el actual, pueden reducirse a los estereotipos sexistas que aquí se exponen. 

Y también se podría sacar punta a los ejemplos positivos de personajes femeninos expuestos en el libro: según la autora el silencio femenino es una forma de rebelión en el film Nathalie Granger de Marguerite Duras (también lo sería por lo tanto en El piano, de Jane Campion), pero no es difícil darle la vuelta a esa idea y acusar a las directoras de promover que las mujeres se mantengan pasivas y calladas. Y es que una obra audiovisual, o de cualquier forma de narrativa, puede ser recibida de muy diferentes formas por cada espectador, que a veces puede extraer una lectura muy diferente a las intenciones del autor, o bien puede descubrir una intención del autor oculta o poco transparente para otros espectadores, como expone otro ensayista, Alberto Mira, para el público gay en otro interesante ensayo, Miradas insumisas

Con todo y con eso, resulta llamativo que muchos de los estereotipos que Kaplan estudia en el libro en películas de hace setenta u ochenta años siguen siendo reconocibles en el cine actual; visto que parece volver a estar en boga defender la educación separada por sexos o minimizar el componente cultural en las diferencias entre los géneros achacándolas a la biología y a lo "natural", seguramente vuelve a ser importante leer acerca de cómo se construyen los géneros, también desde el cine.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Mi último suspiro de Luis Buñuel



Cuando Buñuel se animó a escribir su autobiografía en 1982, un año antes de morir, decidió ser tan iconoclasta y poco complaciente como lo había sido su obra durante muchas décadas; en lugar de unas memorias convencionales y nostálgicas en orden cronológico, Mi último suspiro es una sucesión de anécdotas y reflexiones sin un orden establecido que puede ser abierta y leída desde cualquier página y que se centra más en las experiencias vitales que en las profesionales del director; su sentido del pudor le permite muy pocas concesiones a la hora de hablar de su vida sentimental o familiar, pero sí se explaya más acerca de sus amigos, conocidos, su militancia surrealista o sus exilios mexicano y francés.

Con una ironía muy en consonancia con el tono de sus películas, es difícil saber cuánto hay de sinceridad y cuánto de provocación o ánimo de epatar en muchas de las afirmaciones de Buñuel (por ejemplo, que odia el Guernica de Picasso y que le encantaría quemarlo). Pretendiéndolo o sin pretenderlo, el genio de Calanda consigue innovar en un género a priori tan trillado como el de la autobiografía, plasmando no tanto una enumeración exhaustiva de datos y vivencias como un autorretrato y una forma de ver el mundo que complementa perfectamente su obra cinematográfica.

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viernes, 20 de marzo de 2015

Historia del tiempo de Stephen Hawking



En 1988 Stephen W. Hawking demostró ser no solamente uno de los físicos más relevantes de las últimas décadas sino además un brillante divulgador, el único hasta la fecha que ha llevado la mecánica cuántica al terreno de los best-sellers. 

Historia del tiempo recapitula lo esencial de la teoría de la relatividad de Einstein y de la mecánica cuántica, estableciendo el misterio de las contradicciones entre ambas. A partir de ahí, se sumerge en una investigación sobre el origen del universo, su explosión inicial o big bang, y su consiguiente expansión, la cual podría continuar eternamente o por el contrario llegar un momento en el que empiece a contraerse hasta volver a un estado de concentración de masa casi infinita en un volumen muy pequeño, unas condiciones muy similares a las previas al big bang. 

Hawking presta especial atención a las singularidades, los puntos del universo en los que las leyes de la física dejan de cumplirse tal y como las conocemos: esto ocurre en el big bang, pero también en los agujeros negros, lugares de densidad inimaginable en los que ni siquiera la luz puede escapar a la acción de su gravedad y el tiempo se detiene, o tal vez incluso retrocede. Su existencia sigue siendo una hipótesis, pero Hawking la considera más que probable, llegando a imaginar las características y las tipologías que pueden presentar. 

Y, como indica el título, otro de los ejes del libro es el tiempo, el cual tiene un origen, puesto que no tiene sentido hablar de un tiempo anterior al big bang, y podría tener un final si el universo no prosigue indefinidamente su expansión. Incluso podría ser una línea de ida y vuelta: el autor populariza el concepto del agujero de gusano, una especie de puente que permitiría desplazarse a través del espacio-tiempo y viajar al pasado.

El libro evita entrar en la enorme complejidad matemática que apoya las teorías que se explican en él; ello no quita que algunos capítulos puedan ser algo áridos o difíciles de seguir para lectores no familiarizados con la astrofísica y con los principios básicos de la relatividad general y la mecánica cuántica. Pero no deja de ser asombroso cómo Hawking concentra tanta investigación en pocas páginas ni el esfuerzo que hace para acercar campos tan especializados al público profano en la materia.

viernes, 13 de marzo de 2015

Diario de un skin de Antonio Salas


Antonio Salas es el seudónimo de un periodista que realizó poco antes de 2003, cuando vio la luz este libro, un trabajo de investigación en el que, inventándose una falsa identidad y transformándose físicamente, se infiltró de una manera hasta cierto punto similar a como lo haría un miembro de un cuerpo de seguridad del estado entre los grupos neonazis españoles para investigar sus actividades y sus vínculos con instituciones y partidos legales de ultraderecha. El título dado al libro, que efectivamente es un diario, ya anticipa que no se limita al reportaje periodístico sino que consiste principalmente en una crónica de la experiencia personal vivida, centrada principalmente en el coste psicológico que supone llegar a interiorizar la falsa identidad skin para no ser delatado, así como los sentimientos ambivalentes que surgen hacia los compañeros del grupo a los que se está en cierto sentido traicionando.

Esa mezcla de género periodístico y diario personal en el que se utilizan continuamente los recursos narrativos de la novela cautiva al lector, pero también dificulta valorar cuánto hay de real y cuánto de egolatría o de búsqueda de amarillismo en ciertos párrafos. Pero esto último no quita que nos encontremos ante un manual muy extenso de lo que es el movimiento neonazi en España, o al menos de lo que era hace unos diez años, desde todos sus prismas: sus campamentos juveniles paramilitares, su fascinación por las antiguas sociedades europeas, los celtas principalmente, y su cultura pagana, la escena musical de grupos con letras de exaltación patriótica y de odio al inmigrante, la activa red internacional de contactos con asociaciones hermanas de otros países, sus enfrentamientos con los red skins, etc. 

Muchos de estos datos son ya conocidos o el lector se los puede imaginar, pero otros pueden ser más novedosos, como la existencia de neonazis fuera de Europa e incluso en el mundo árabe, o la compleja relación de amor-odio entre los skins españoles y la extrema derecha tradicional, cuyos intereses convergen en muchos puntos pero no tapan del todo los desencuentros entre ambos: unos son ateos, paganos, igualitarios, aunque dentro de la obediencia a los líderes, abiertamente violentos y revolucionarios, mientras que los otros son católicos, conservadores, clasistas y partidarios de mantenerse en la legalidad. El autor pone en evidencia la hipocresía de la ultraderecha respetable, que utiliza a los skins de ariete y carne de cañón al mismo tiempo que los desprecia, y no oculta cierta empatía ante la ingenuidad y la falta de doblez de los neonazis, jóvenes cuyas pocas luces y su situación de riesgo de exclusión social, sea por causas económicas, familiares o psicológicas, les llevan a buscar un refugio en los grupos extremistas. La comprensión, que no justificación, hacia los integrantes de estos colectivos, en lugar de caricaturizarlos y limitarse a su demonización, que sería lo habitual y lo más fácil, es uno de los puntos fuertes del libro. 

Las grabaciones con cámara oculta descritas en Diario de un skin sirvieron como prueba judicial en la desarticulación del colectivo Hammerskin y dieron origen a un telefilm homónimo protagonizado por Tristán Ulloa en 2005. Salas prosiguió luego su carrera con otras infiltraciones en mundos igualmente escabrosos como el de la prostitución y la trata de blancas (El año que trafiqué con mujeres) o el terrorismo (El palestino), y recientemente ha dado el salto a la novela, género para el que está claramente capacitado, con Operación princesa; sus libros son claramente morbosos, pero ello no quiere decir que no vayan más allá ni que estén exentos de reflexión ni de contenido.

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viernes, 6 de marzo de 2015

Miradas insumisas de Alberto Mira



Con toda la información disponible en Internet sobre cualquier película, a veces no es fácil defender la necesidad o la conveniencia de un nuevo ensayo sobre cine. Pero Miradas insumisas se adapta a los nuevos tiempos: es el resultado de un estudio llevado a cabo durante dos años a través de su blog. El autor, Alberto Mira, no se ha limitado a investigar por su cuenta en búsqueda de películas con contenido o con mirada LGTB (Lésbica-Gay-Transexual-Bisexual), sino que ha tenido en consideración las aportaciones de los lectores del blog y ha aprendido de ellas.

El libro no llega a ser una obra 2.0, pero sí ofrece muchas veces diferentes versiones o lecturas de la misma película: estudia cómo títulos en su día polémicos por sostener un discurso presuntamente homófobo, como A la caza o Instinto básico, son interpretadas en otro sentido por muchos espectadores, al mismo tiempo que se plantea si otras obras en apariencia claves en la historia del cine gay acaban teniendo un discurso más convencional y menos liberador de lo que parece, como el caso de Brokeback mountain, que podría no suponer según el autor un gran avance desde Maurice, realizada 18 años antes. Y es que el público con sexualidades diferentes a la normativa heterosexista desarrolla lo que el autor denomina una mirada insumisa, es decir, subvierte y reinterpreta lo que ve en la pantalla para poder adaptarlo a su propia experiencia sexual y emocional.

Además de ser todo un tratado de historia del cine LGTB y la obra más ambiciosa y completa escrita en español acerca de la homo-bi-transexualidad en el cine, tal vez lo más interesante de este ensayo es que plantea un acercamiento al análisis fílmico bastante rompedor. No intenta valorar o indagar acerca de la intención del autor de la película, como suele ser lo habitual, sino que considera dichos propósitos como irrelevantes, o al menos como algo secundario frente a la recepción de la obra por parte de los espectadores. De poco importa si muchas estrellas, guionistas o directores tenían o no tendencias o comportamientos gays en su vida privada, ni si buscaban o no de manera consciente la complicidad del espectador gay, ni si este último está captando el verdadero sentido de la película o distorsionándolo para llevarlo a su terreno: lo realmente relevante es la vivencia del receptor de una obra y la vida propia que ésta acaba teniendo una vez producida.

Más información:
Liz Hamilton (blog en el que se inspira el libro)
Entrevista con el autor

jueves, 26 de febrero de 2015

El subdesarrollo social de España de Vicenç Navarro


Vicenç Navarro es uno de los más destacados economistas españoles que se oponen al neoliberalismo; la corriente que él representa no es tan minoritaria como podría pensarse pero se encuentra totalmente silenciada en los medios de comunicación mayoritarios en nuestro país. En la actualidad, desde las escasas tribunas que le ofrecen, intenta poner en evidencia los grandes mitos de nuestro tiempo, como el supuesto exceso de funcionarios en España, que los derroches puntuales de gasto público hayan sido los causantes de la crisis o que los recortes en el estado del bienestar puedan ser una posible solución a la misma en lugar de agravar más el problema. 

Pero ya antes de la crisis, en 2006, Navarro había definido los principales problemas de nuestro país en El subdesarrollo social de España: una larga dictadura seguida de una democracia a medias fruto de un proceso de transición inacabado en el que nunca se llegó a romper de todo con un régimen que impidió la distribución de riqueza en el país y el desarrollo de un estado del bienestar completo. De ello resultan las tasas más bajas de inversión en educación y sanidad y las diferencias entre clases sociales más pronunciadas de Occidente, solo comparables a las de Grecia y Portugal, los otros estados que sufrieron una dictadura heredera de los fascismos hasta los años 70 del siglo pasado. 

Otra lacra resultante del peso que la derecha heredera del totalitarismo tiene en nuestra sociedad son, aparte de unos acuerdos con el Vaticano incompatibles con la idea de un estado aconfesional, unos medios de comunicación muy poco plurales desde los que se inculcan ideas muy aceptadas por aquello que se llama la opinión pública española: la supuesta suavidad del régimen franquista, lo modélico de la transición, la mayor eficacia del sector privado frente al público, la carga que supone para el estado la Seguridad Social, o hasta hace poco la unanimidad de la población en cuanto al apoyo a la monarquía.

El subdesarrollo social de España es una buena base para conocer un punto de vista sobre la realidad de nuestro país bastante diferente al que nos suelen pintar en las tertulias televisivas o radiofónicas, y un buen punto de partida para seguir a continuación la página web de su autor, http://www.vnavarro.org/ 

jueves, 19 de febrero de 2015

El mundo y sus demonios de Carl Sagan


Fallecido en 1996, Carl Sagan dedicó su vida a intentar sacar la ciencia de la torre de marfil y hacerla accesible al gran público a través de obras de ficción y sobre todo de ensayos. Contact, posteriormente convertida en película de la mano de Robert Zemeckis, es la más conocida de sus novelas, mientras que Cosmos, que dio lugar a una serie de documentales televisivos, es su obra más ambiciosa y monumental de no ficción. Tras haber explicado varias veces los entresijos del universo, en una de sus últimas obras, El mundo y sus demonios (1995), entonó un hermoso canto a las virtudes del pensamiento científico como la mejor medicina contra la intolerancia y la barbarie. 

La civilización va unida al esfuerzo por intentar comprender nuestro entorno luchando contra las ideas de fácil arraigo de la superstición y el pensamiento mágico, que sigue hoy en día presente aunque en formas diferentes respecto al pasado. Sagan analiza capítulo por capítulo las diversas supercherías y pseudociencias que se han popularizado en los últimos tiempos: las abducciones por extraterrestres, la comunicación con los espíritus, los exorcismos... Critica también que los políticos y poderes públicos no sigan ni defiendan los principios del método científico y que los medios de comunicación y de entretenimiento fomenten la credulidad frente al escepticismo; casi cualquier película del género fantástico, donde el escéptico acaba descubriendo al final que está equivocado, prueba lo acertado del análisis que lleva a cabo Sagan. 

No obstante, el autor tampoco olvida la autocrítica ante muchas instancias del mundo científico que parecen encontrarse a gusto en su elitismo y en el desprecio a creyentes y crédulos, dificultando aún más el que la ciencia se acerque al público o viceversa. Sin duda, sus libros, amenos y fáciles de leer aunque rigurosos, predicaron con el ejemplo y nos recordaron que la curiosidad científica es algo natural en el ser humano; en contra de lo que podría parecer a simple vista, es el no interesarse por estas cuestiones lo que constituye una actitud aprendida.

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jueves, 12 de febrero de 2015

Identidad y violencia de Amartya Sen



Los recientes asesinatos en la redacción del semanario francés Charlie hébdo ha vuelto a traer a la primera plana la amenaza del terrorismo islamista tras unos cuantos años en los que había pasado a segundo plano (a pesar de que durante todo ese periodo se han seguido produciendo atentados relacionados con el fundamentalismo religioso, aunque no en Occidente).  En el contexto de la primera histeria mediática surgida en torno a este asunto durante la pasada década tras el atentado de las torres gemelas de Nueva York, el indio Amartya Sen, premio Nobel de economía en 1998, respondió con Identidad y violencia (2007) a Choque de civilizaciones, un panfleto de Samuel Huntington que dio nombre a la corriente de opinión que proclamaba la imposibilidad del diálogo entre Oriente y Occidente y la amenaza que el primero supone para el segundo. 

Sen pone unos cuantos puntos sobre las íes negando dicho choque, y en consecuencia mostrándose reacio también a la idea de la necesidad de una alianza de civilizaciones, como la llamó nuestro ex-presidente Zapatero, al que el libro no menciona. Más bien el autor se cuestiona el mal uso de la palabra "civilización" como sinónimo de "religión", y nos recuerda que en los países llamados musulmanes existen minorías cristianas y muchas personas, asociaciones y movimientos laicos e incluso ateos, siendo todavía más grave el caso del país de origen del escritor, la India, que llevaría la denominación de "civilización hindú" cuando cuenta con una notable comunidad musulmana. 

El concepto de civilización musulmana o civilización hindú frente a Occidente, que constituiría la civilización cristiana, lleva a dar a los líderes religiosos un poder y una dimensión de representantes de toda la ciudadanía de un país que les beneficia enormemente y que no les corresponde, silenciando los movimientos laicos y la pluralidad existente en los distintos estados y fomentando así la represión de los mismos. Con gran sentido común, Sen reivindica el diálogo entre las autoridades civiles y políticas del planeta dejando a la religión en un segundo plano; aunque no sea agresivo ni tenga intención de polemizar, sus ideas suponen un toque de atención no solamente a los xenófobos que ven un peligro en las "otras civilizaciones", sino también a muchos progresistas seguramente bienintencionados que, al asumir una homogeneidad en las sociedades en función de la religión mayoritaria de cada una de ellas, acaban cometiendo el mismo error y compartiendo la misma visión simplona y reduccionista de los racistas, y por lo tanto fomentando el enfrentamiento entre "culturas", en realidad entre religiones, que en teoría pretenden evitar.

El autor ataca también el cliché de la cultura y de cómo se sobredimensiona la importancia de las llamadas diferencias culturales hasta convertirlas en algo insalvable. Propone ejemplos, como puede ser el de los países de Extremo Oriente, de lo muy rápido que puede evolucionar una sociedad y de lo relativamente sencillo que puede ser acabar con lastres culturales milenarios si se emplean las políticas adecuadas. Achacar el atraso o la falta de libertades o derechos humanos en un país a cuestiones atávicas puede ser a veces una excusa muy conveniente para los gobernantes mediocres.

A continuación un extracto del capítulo 1 del libro:

El cultivo de la violencia asociada con los conflictos de identidad parece repetirse en todo el mundo cada vez con mayor persistencia. Si bien es posible que el equilibro de poder en Ruanda y en el Congo haya cambiado, ambos grupos continúan teniéndose en la mira. La organización de una identidad islámica sudanesa agresiva, junto con la explotación de las divisiones raciales, ha conducido a la violación y a la matanza de las víctimas subyugadas en el sur de ese territorio atrozmente militarizado. Israel y Palestina continúan experimentando la furia de identidades dicotomizadas prestas a infligir penas abominables a la otra parte. Al-Qaeda depende en gran medida del cultivo y la explotación de una identidad islámica militante opuesta específicamente a los occidentales.

Más información:

Crítica del libro en La noche que se hizo madrugada
Crítica del libro en El exterior.es

miércoles, 4 de febrero de 2015

Secuestrados de Miguel Ángel Vivas


He aquí otro ejemplo de película de un director que, pese a su juventud, muestra saber hacer técnico pero cuya película patina al no tener contenido más allá de un ejercicio de cinefilia. Secuestrados (2010) es un thriller, muy próximo al terror por la extrema angustia que transmite, sobre una típica familia de teleserie con hija adolescente guapa y rebelde, que, como el título indica, un día recibe en su casa a visitantes no deseados y la pesadilla comienza. Los secuestradores son profesionales bien entrenados, acostumbrados a la brutalidad y capaces de abrir a cualquiera en canal sin pestañear. 

El director se empeña, con éxito durante parte de la película, en crear una tensión estremecedora y tener agarrado al espectador por sus zonas sensibles evitando que se plantee preguntas como por qué esos asesinos han escogido a una familia pequeñoburguesa de medio pelo para montar toda esa parafernalia; la cosa va más o menos bien hasta que un momento de sumo ridículo echa la historia a perder: dejando a la mujer y a la hija en casa como rehenes, uno de los miembros de la banda se lleva al padre de familia en el coche para obtener el botín objetivo de toda la operación, que consiste ni más ni menos que .... ¡en obligarle a sacar 300 euros del cajero! Eso sí, es tan profesional y experto que ha esperado a las proximidades de la medianoche para que después de las 12 papá pueda ir al cajero siguiente y así sacarle otros 300 euros más; vaya pedazo de estratega ...

No hace falta ser un especialista en seguridad ni en crimen organizado para imaginarse que un secuestro, y no digamos de una familia entera, es uno de las operaciones delictivas con más riesgo, más complicadas de llevar a cabo y que requieren una mayor profesionalización e infraestructura; si algo sale mal una larga condena de cárcel está asegurada para todos los involucrados. Delincuentes con ese entrenamiento metidos en una organización de ese nivel no se levantan de la cama por menos de 10.000 euros por barba, por decir algo tirando a lo bajo. Sacarle 300 o aunque sean 600 euros a un ejecutivo de segunda en un cajero es un delito de yonquis o de chavales de la calle carne de cañón que actúan por libre; alguien del crimen organizado se avergonzaría de rebajarse a eso.

La raíz del despropósito es que el director ha visto Funny games de Michael Haneke, y tres o cuatro películas más, y toma de ellas ideas que le gustan sin tejer algo coherente que pueda sostener una narración. Aún siendo una obra harto discutible, Funny games tiene la astucia de recubrirse de una capa abstracta y de proponer una violencia extrema en estado puro ajena a racionalizaciones; se trata de una metáfora y la lógica queda en suspenso, tanto las víctimas como los asesinos como la situación son completamente irreales, algo muy conveniente porque permite un todo vale en el que reducir los personajes a una pincelada o recurrir a todo tipo de trampas y trucos trillados y ridículos se vuelve admisible bajo la coartada de que se está haciendo (supuestamente) una crítica de todo eso. 

Pero Secuestrados quiere jugar a todas las bandas y apropiarse al mismo tiempo de la transgresión al gusto gafapasta de Haneke y de las convenciones comerciales y los estereotipos familiares de Hollywood y las teleseries; para que esa historia sea mínimamente creíble los personajes no pueden ser una familia de clase media tal vez tirando a media alta sino gente de mucho, pero mucho, dinero metida en negocios sucios que les pongan en el punto de mira de una organización criminal que tiene que conocer bien su casa, su situación económica, y probablemente a ellos en persona, para planear un golpe como ese. Pero de esta forma estaríamos entrando en un terreno fuera de lo fácil y manido de las víctimas inocentes secuestradas y torturadas y es evidente que el director no sabe y / o no quiere meterse en esos fregados; a poco que se rasque, la transgresión de esta y de otras películas es solo de pacotilla.

jueves, 29 de enero de 2015

Las nieves del Kilimanjaro de Robert Guédiguian


Cuando el cine social se convierte en cine fantástico

Robert Guédiguian es uno de los cineastas franceses más comprometidos con la temática social. Suele ubicar sus películas en los barrios más bien desfavorecidos de su Marsella natal y, a priori, podría sacarse la conclusión de que habla de un mundo que conoce bien, pero desde luego no es así en Las nieves del Kilimanjaro (2011), su última película estrenada entre nosotros.

La película trata de un trabajador de edad madura que se queda sin trabajo al renunciar a hacer uso de sus privilegios como representante sindical y preferir participar con el resto de sus compañeros en el sorteo de un lote de despidos del que podría haberse librado. Tal alarde de solidaridad podría levantar alguna ceja descreída, al menos en nuestro país, ante ciertos escándalos que han rodeado el mundo sindical en los últimos años, pero vamos a ser buenos y a darlo por verosímil agarrándonos a un clavo ardiendo. En esto resulta que sus compañeros le regalan entre todos como despedida el dinero necesario para realizar un viaje al Kilimanjaro con su señora con el que ambos llevan soñando años, pero alguien entra en su casa y les roba. Cuando poco después, porque en los barrios todo se sabe más pronto que tarde, la policía detiene al ladronzuelo, acudir a los cuerpos de seguridad del estado para denunciar a un chaval de clase obrera le supone un conflicto moral a este buen hombre. 

La traca comienza cuando finalmente acude a la comisaría a denunciar el hecho en compañía de su santa y también de su mala conciencia, y el señor comisario, durante la entrevista con los denunciantes, le ofrece al marido hacer la vista gorda y dejarse abierta y olvidada la puerta que les separa a ambos del autor de la fechoría para que el ladrón y la víctima del robo charlen cordialmente; para animar la conversación, le ofrece un buen bate de beisbol, al parecer de uso habitual en las dependencias policiales para sacudir el polvo de las costillas, cráneos o tibias de los detenidos, con la misma naturalidad que si fuera una taza de café.

Sugerir o más bien dar por hecho que es práctica habitual que la policía les pegue un repaso a los detenidos con un bate de beisbol en un país que se supone democrático ya sería por sí solo algo muy fuerte para dejarlo caer con esa naturalidad. Pero que además el mismísimo comisario le ofrezca alegremente los instrumentos de tortura al primero que pasa por la puerta es una escena más propia de la mente calenturienta de Tarantino que de la de un director que se supone humanista y social. Ya puestos, ¿por qué el señor comisario no les da también una cámara de vídeo para que graben la paliza, un ordenador para subirla a YouTube y un teléfono para que se lo cuenten a la prensa lo antes posible? Aunque asumamos el maniqueísmo esquemático de Guédiguian y demos por hecho que el jefe de la policía debe ser necesariamente un brutal fascista sádico, a un espectador con medio dedo de frente se le puede ocurrir que este enemigo del proletariado estará probablemente demasiado apegado a sus complementos salariales, trienios y pagas extra como para jugárselos por un sindicalista y por un robacuartos de pacotilla. Ya no es que esta escena sea risible y grotesca en una película sobre la Francia actual, es que lo sería hasta en un drama sobre la Francia de Vichy o la España franquista.

Se podría decir que le estoy sacando demasiada punta a algo que no pasa de ser una anécdota. Pero es que esto es solo el comienzo; lo mejor viene después cuando la mujer del sindicalista descubre que el hermano pequeño del ladrón encarcelado, un chaval de corta edad, se ha quedado solo y se tiene que buscar la vida. Al parecer en Francia en los colegios no se controla la asistencia a clase de los niños en edad escolar y la policía tampoco avisa a los servicios sociales cuando detiene a los familiares de un menor ni se preocupa por dejarlo abandonado; pero es normal, no tienen ninguna necesidad de esa burocracia inútil porque la señora buena samaritana se lleva al niño a su casa, resuelve el problema y sin más la familia tiene desde ese día un nuevo miembro. Pero mira que la gente es tonta tirándose años haciendo trámites en China o en Vietnam para adoptar niños cuando, según el señor Guédiguian, lo único que tienen que hacer es ir a Marsella y llevarse a casa al primer chaval que encuentren por la calle.

Esta serie de despropósitos da tristemente argumentos a la derecha cavernaria a la que le gusta decir que la izquierda vive fuera de la realidad y plantea discursos obsoletos, algo absolutamente cierto en el caso de esta película. Es necesario, probablemente más que nunca, que el cine hable de los problemas de las clases medias y bajas, pero Las nieves del Kilimanjaro, que tampoco es que sea una película torpe técnica ni visualmente, tiene que ver en su argumento más con los lugares comunes más trillados del drama hollywoodiense que con cualquier cosa a la que podamos llamar cine social.

jueves, 22 de enero de 2015

El desconocido del lago de Alain Guiraudie



En esta reciente muestra del cine gay francés de bajo presupuesto, la más elemental lógica y sentido común o cualquier otro tipo de sentido brillan por su ausencia, dando al traste con una película que, como otras que comento en esta sección de Resbalones, tiene puntos de interés: el mundo más bien deshumanizado de encuentros fugaces y sexo rápido en una playa nudista gay se retrata de forma realista y comedida, sin moralizar pero tampoco sin idealizar nada. Todo aceptable hasta que el protagonista, que ha tenido un flechazo que no es correspondido porque su hombre tiene ya un compañero de juegos, se queda una noche en la playa espiando a su amor platónico y contempla impávido cómo éste ahoga a su amante en el agua. No solamente no intenta impedirlo, sino que miente a la policía para proteger a su objeto de deseo y sigue igual de interesado o más en convertirse en su siguiente ligue, y quién sabe si en su siguiente víctima.

En principio podría pensarse que estamos ante un remake gay de un thriller clásico francés, El carnicero, de Claude Chabrol, o, si nos ponemos, de Instinto básico. Pero este tipo de películas se basan en la ambigüedad, el prota no debe saber desde el principio que su objeto de deseo es un asesino y luego, cuando empieza a tener indicios de ello, ha establecido con el sospechoso un lazo emocional sustentado por las carencias de ambos y por una cierta forma de comunicación que se ha establecido entre ellos: eso es lo que le da la gracia a la historia. Pero en El desconocido del lago, como el título indica el protagonista se siente atraído por alguien a quien no conoce y por el que siente una atracción puramente sexual, lo cual no es obstáculo para que ni se inmute cuando le ve asesinar a alguien a sangre fría y siga deseando ir a su encuentro. ¿No es consciente del peligro que corre? ¿Es un suicida? ¿Es un enfermo? ¿Es rematadamente imbécil? ¿Es un pene con patas? ¿Algún espectador puede comprender a este personaje? ¿Se puede sostener una historia en él? Para más inri hay un inspector que investiga el caso y que lo único que hace es pasearse a solas por entre los gays en busca de ligue, sin ir armado ni de día ni de noche aunque no deja de prevenir acerca del asesino que anda suelto; ¿también busca que lo maten o es que está pensando si cambiar de acera y sumarse a la fiesta que hay a su alrededor?

Ante tanto despropósito, no es de extrañar que lo más o lo único interesante del relato sea el personaje secundario de un bañista que no se acerca al agua, se limita a mirar al horizonte y más que sexo busca entre el ligoteo un lugar donde su inmensa soledad no le haga sentirse incómodo, dándole a la película los únicos momentos en los que se sale de la bidimensionalidad y los estereotipos.  

martes, 13 de enero de 2015

Prisioneros de Denis Villeneuve



Aunque normalmente utilizo el blog para recomendar buenos libros y películas, hoy comienzo una sección dedicada a películas no malas pero fallidas que podrían haber sido buenas si los guionistas se lo hubieran currado un poco más, o si al menos intentasen evitar el ridículo de errores muy obvios. Un buen ejemplo es Prisioneros (Prisoners, 2013), una historia policiaca que empieza muy bien, evitando los tópicos manidos del género, pero que en su segunda mitad va cayendo y regodeándose en todos y cada uno de ellos en una cuesta abajo sin frenos.

Dos inocentes niñas, una rubita y una negra, son secuestradas por algún pervertido en un aburrido lugar en la América profunda y el padre de una de ellas (la rubita, naturalmente), un supermacho americano encarnado por Hugh Jackman, indignado ante la inoperancia policial, decide investigar por su cuenta y proteger a su familia tomándose la justicia por su mano y secuestrando por su cuenta al principal sospechoso. Una historia muy original que solamente nos han contado unas sopocientas mil veces, tropecientas arriba o abajo; pero al principio Denis Villeneuve, el director, da totalmente la vuelta al topicazo y muestra al padre coraje desde un prisma bastante realista, como un cateto borrachín que lo único que consigue jugando a detective es entorpecer el trabajo de los profesionales, romper a su familia todavía más y dar rienda suelta a un inquietante talento como torturador que hasta entonces había tenido que mantener reprimido. El director lo cuenta además de una forma tranquila y elegante.

Pero nos encontramos en una producción de Hollywood, por lo que este cuestionamiento de los clichés del género no se va a convertir en el eje de la película, sino que se trata solo de un preludio que conducirá a una posterior redención y una retahíla de déjà vus mucho más acordes a los parámetros del cine comercial: la teatral detención de un falso culpable, la simbología casi esotérica que el policía acabará interpretando en el último momento, la justificación del machote torturador que al final no andaba tan desencaminado, y un muy vergonzoso twist final. Al parecer la policía detiene a un joven deficiente mental pero no interroga a su madre, ni tampoco es capaz de relacionar la desaparición de su padre con el hallazgo de un esqueleto en una casa de las proximidades; ¿cuántas desapariciones no esclarecidas puede haber en un pueblo de ese tamaño? 

Vale que el cine no tiene por qué ser cien por cien realista, pero no se puede cambiar las reglas de juego en la segunda mitad del partido y empezar contando una historia de tintes clásicos y desmitificadores para acabar en una montaña rusa de trucos de guión a cada cual más delirante. Y, por favor, el malo malísimo que tiene al final de la película al bueno desarmado y a su merced, y que en lugar de pegarle un tiro se pone a contar con parsimonia los detalles de su perversidad para darle tiempo al otro a buscar una estratagema para escapar, es algo que en el siglo XXI hay que erradicar sin contemplaciones o dejar para la parodia.

Aunque el director consigue darle una apariencia bastante digna a un producto de derribo, nos encontramos una vez más ante una industria que se siente atraída por las alas con las que vuela un nuevo talento, en este caso quebequense, pero que una vez contratado solo sabe cortárselas y llevarle al terreno de lo manido.

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miércoles, 7 de enero de 2015

Historia elemental de las drogas de Antonio Escohotado



El gran público lo conoce  como una voz antiguamente habitual en los debates en los medios de comunicación en torno a la legalización de las drogas, pero Antonio Escohotado es licenciado y profesor de filosofía y ha escrito varios libros técnicos relacionados con su especialidad. No obstante, la fama la ha obtenido con su Historia de las drogas (1989), una ambiciosa recopilación de gran parte del saber en torno a esta cuestión en formato enciclopédico con varios tomos. Para hacer esta magna obra más accesible al público, el propio autor publicó un resumen de la misma, la Historia elemental de las drogas en 1996. El uso de sustancias que alteran la percepción es tan antiguo como el hombre, y a lo largo de las diferentes épocas y culturas su función oscila entre el chamanismo, la medicina y el disfrute personal; la historia más reciente se centra en la aparición de todo tipo de estupefacientes sintéticos y en la lucha contra el tráfico de las sustancias prohibidas.

De clara intención divulgativa, el libro sustenta además una tesis no enunciada de forma explícita en ningún momento pero muy clara a lo largo de todo el texto, no tanto a favor de la legalización como en contra de la prohibición. El libro fue escrito en la época en la que estaba ya cayendo por su propio peso la distinción entre drogas blandas y duras, que nunca estuvo basada en ningún criterio científico. También está más que cuestionado el concepto del presunto adicto a las drogas, como exponen especialistas en psiquiatría como González Durola figura del drogadicto como enfermo y víctima sería según Escohotado, y también según muchos médicos, una creación cultural derivada de la prohibición y una profecía autocumplida de los prohibicionistas, puesto que la lucha contra la droga, lejos de ser una consecuencia, sería la auténtica causa del problema de la drogadicción. Sin prohibición no habría muertos por sobredosis, adulteración con el correspondiente riesgo para el consumidor, enormes recursos del estado policiales, judiciales y penitenciarios dedicados a la lucha contra el tráfico ilegal... ni tampoco un enorme negocio para las mafias dedicadas a dicho tráfico. El autor no llega a sugerir que los responsables políticos estén consintiendo dicho lucro, o tal vez beneficiándose directa ni indirectamente de él, pero probablemente el libro llevará a muchos lectores a reflexionar y hacerse preguntas en ese sentido.

El hecho de que el debate en torno a la legalización de las drogas parezca estar olvidado y cerrado, si bien podríamos decir que en falso, en los medios de comunicación, debería ser un acicate para conocer y valorar las tesis de Escohotado, indudablemente uno de los autores que más se ha preocupado por esta cuestión.



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