Una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad (Joseph Goebbels)

miércoles, 15 de octubre de 2014

No logo de Naomi Klein

Ya me tardaba comentar en el blog el libro que considero de lectura obligatoria para comprender la historia del capitalismo contemporáneo. En No logo (2000), Naomi Klein, una de las principales o al menos de las mas populares ideólogas de los movimientos antiglobalización (como Michael Moore pero en libro, para quienes no la conozcan), expone cómo a lo largo del siglo XX las grandes empresas se transforman drásticamente, pasando de mastodónticas estructuras que controlaban desde el abastecimiento de materias primas a la distribución de los productos fabricados, a entes casi etéreos que han subcontratado todos los procesos de producción y los han externalizado a países donde no existen los derechos laborales, y en las últimas décadas se han reducido a su mínima expresión: el logo.

Las grandes compañías se han convertido en logos, imágenes corporativas vacías de un contenido real, que ya no buscan asociarse a productos determinados sino a formas de vida o a ensoñaciones publicitarias (este punto ha sido desarrollado más tarde por Christian Salmon en Storytelling). El complejo entremado de sub-sub-sub-contrataciones entre la filial, que ha quedado convertida en una pequeña oficina, y los productos finales de la marca le permite a la empresa, aparte de evadir impuestos con enorme facilidad, desembarazarse de cualquier responsabilidad sobre sus empleados (el buen funcionamiento de una empresa pasa a medirse por la frecuencia de los despidos masivos que en ella tienen lugar, y no por el número de empleados contratados, como en el pasado) y también sobre sus clientes, convirtiendo cualquier reclamación en una pesadilla burocrática.

Quién les iba a decir a los primeros socialistas decimonónicos que los patronos de las empresas de su época a los que tanto aborrecían producirían prácticamente nostalgia en el siglo XXI; por explotadores que fueran, al menos asumían responsabilidades y riesgos, daban trabajo y colaboraban al desarrollo de la localidad o comunidad donde implantaban una nueva fábrica, pagaban impuestos, tenían que ser mejores que los posibles competidores, y ante cualquier problema tenían que dar la cara con nombres y apellidos, unos inconvenientes que los anónimos consejos de administración de las multinacionales actuales han conseguido quitarse de encima gracias al neoliberalismo y la desregulación de los mercados a nivel mundial, cuyos entresijos Klein ha explicado más adelante en su segundo libro igualmente imprescindible, La doctrina del shock, que dejamos para otro día.

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