Hoy me centro en un libro controvertido que hace algo que me gusta mucho, que es intentar ofrecer un punto de vista nuevo sobre un tema como el holocausto judío, donde apartarse un milímetro de la versión oficial de la historia es entrar en terreno tabú y exponerse al linchamiento. Naturalmente no se trata de pretender negar un hecho tan atroz ni de quitarle hierro como hacen los grupos neonazis y los integristas islámicos con el presidente de Irán a la cabeza, en una curiosa muestra de cómo los opuestos se tocan; pero estas posturas impresentables no nos deberían impedir reflexionar sobre por qué se considera Holocausto con mayúsculas a uno de los por desgracia múltiples holocaustos que se han producido en la historia de la humanidad o por qué hemos visto miles de películas sobre los judíos asesinados por los nazis y muy pocas o tal vez ninguna acerca de los gitanos, comunistas u homosexuales igualmente exterminados en los mismos campos de concentración; incluso se nos ha contado cantidad de veces la historia del ghetto de Varsovia y mucho menos los exterminios masivos en la Europa más oriental, donde el volumen de la masacre fue mucho mayor. Es curioso como, a poco que investiguemos, resulta que no conocemos tan bien como podríamos pensar ni siquiera un tema tan manido como éste.
La industria del Holocausto, escrito por un hijo de supervivientes de un campo de concentración, se atreve a poner más el dedo en la llaga y a denunciar que durante las décadas posteriores a la barbarie nazi apenas se prestaba atención a lo que había ocurrido ni a los supervivientes de la tragedia. Quienes habían conseguido sobrevivir a los campos de concentración y exterminio no recibieron ayuda ni económica ni psicológica en su momento, a pesar de los enormes sentimientos de culpa y depresiones que arrastraron durante el resto de su vida, llegando al suicidio en no pocos casos, como han contado interesantes películas como La decisión de Sophie o La llave de Sara. Hay que recordar que a estas personas no solamente se las había torturado y sus familiares habían sido asesinados, sino que a sus traumas emocionales hay que sumar que su vivienda, dinero y propiedades fueron robadas por las autoridades de los estados ocupados por los nazis o que colaboraban con ellos, que constituían prácticamente toda Europa.
Todo esto cambió con el conflicto árabe-israelí de 1967. Cuando Israel demostró ser una potencia militar y un posible y eficaz aliado de Estados Unidos en Oriente Próximo, se creó el mito del Holocausto con mayúsculas y del pueblo judío como Víctimas, también con mayúsculas, de la historia, precisamente en el momento en que no el pueblo pero sí el estado judío de Israel estaba actuando como verdugo de sus vecinos. Con la gran ayuda de un goteo continuo de películas de Hollywood sobre los campos de concentración y las barbaridades del nazismo, tema hasta entonces apenas presente en las obras de los grandes estudios, lo que el autor del libro llama la industria del Holocausto, es decir, grupos pertenecientes a las élites judías norteamericanas, comenzó una doble labor de justificar el acoso del estado de Israel a los habitantes de los territorios ocupados por un lado, y al mismo tiempo exigir indemnizaciones económicas al estado alemán. Un dinero del que no verían una moneda las auténticas víctimas de la tragedia, sino que se destinaría a financiar los intereses económicos y las actividades propagandísticas de este colectivo, el cual, por cierto, no movió un dedo para ayudar a sus parientes del otro lado del Atlántico durante la época en la que fueron exterminados.
El libro tiene unos años ya (es de 2002) y es tan políticamente incorrecto como conciso, de fácil lectura y por supuesto recomendable. Más información:
http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/Finkelstein_Norman/IndustriaDelHolocausto.htm
La industria del Holocausto, escrito por un hijo de supervivientes de un campo de concentración, se atreve a poner más el dedo en la llaga y a denunciar que durante las décadas posteriores a la barbarie nazi apenas se prestaba atención a lo que había ocurrido ni a los supervivientes de la tragedia. Quienes habían conseguido sobrevivir a los campos de concentración y exterminio no recibieron ayuda ni económica ni psicológica en su momento, a pesar de los enormes sentimientos de culpa y depresiones que arrastraron durante el resto de su vida, llegando al suicidio en no pocos casos, como han contado interesantes películas como La decisión de Sophie o La llave de Sara. Hay que recordar que a estas personas no solamente se las había torturado y sus familiares habían sido asesinados, sino que a sus traumas emocionales hay que sumar que su vivienda, dinero y propiedades fueron robadas por las autoridades de los estados ocupados por los nazis o que colaboraban con ellos, que constituían prácticamente toda Europa.
Todo esto cambió con el conflicto árabe-israelí de 1967. Cuando Israel demostró ser una potencia militar y un posible y eficaz aliado de Estados Unidos en Oriente Próximo, se creó el mito del Holocausto con mayúsculas y del pueblo judío como Víctimas, también con mayúsculas, de la historia, precisamente en el momento en que no el pueblo pero sí el estado judío de Israel estaba actuando como verdugo de sus vecinos. Con la gran ayuda de un goteo continuo de películas de Hollywood sobre los campos de concentración y las barbaridades del nazismo, tema hasta entonces apenas presente en las obras de los grandes estudios, lo que el autor del libro llama la industria del Holocausto, es decir, grupos pertenecientes a las élites judías norteamericanas, comenzó una doble labor de justificar el acoso del estado de Israel a los habitantes de los territorios ocupados por un lado, y al mismo tiempo exigir indemnizaciones económicas al estado alemán. Un dinero del que no verían una moneda las auténticas víctimas de la tragedia, sino que se destinaría a financiar los intereses económicos y las actividades propagandísticas de este colectivo, el cual, por cierto, no movió un dedo para ayudar a sus parientes del otro lado del Atlántico durante la época en la que fueron exterminados.
El libro tiene unos años ya (es de 2002) y es tan políticamente incorrecto como conciso, de fácil lectura y por supuesto recomendable. Más información:
http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/Finkelstein_Norman/IndustriaDelHolocausto.htm
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